Queridas familias:
Dos figuras importantes en la vida
personal y eclesial marcan el rumbo durante este mes de Mayo: el Espíritu
Santo, fuente del “Hombre Nuevo” y la Virgen María (Virgen de Luján, María Madre de la Iglesia , María Auxiliadora
y “La Visitación ”
de María a Isabel), constituyendo esta doble circunstancia una hermosa
conclusión:
1. El Espíritu Santo: don
prometido por Jesús antes de abandonar la tierra. Es el mismo Dios que
construye con nosotros los cielos nuevos y la tierra nueva en el hoy y aquí; es
quien nos “santifica” uniéndonos
íntimamente a Él y entre nosotros; nos “ilumina”
para que en cada situación descubramos por dónde va el proyecto de Dios y así
podamos colaborar; nos “fortalece” para que no decaigamos
frente a las dificultades y confusiones de hoy; nos “hace “Iglesia”, Cuerpo de Cristo, cuando sabemos compartir -entre
nosotros la vida y vamos creando- relaciones nuevas según los criterios del
Evangelio.
2. Las Fiestas de María (cuatro
este mes). Si bien todas ellas tienen en común la vivencia de la Misericordia por
parte de María para con nosotros: nuestra Madre como “modelo de lo que tiene
que ser la Iglesia ”,
cada imagen de María indica:
- La Virgen de Luján, como dice la canción tradicional, que “se
quedó para acompañar a su pueblo que
peregrina en Argentina”.
-
María Madre de la Iglesia , que aceptó al pie de la cruz esta misión que
le encomendó su hijo Jesús: ser “madre” con todo lo que ello implica.
-
María Auxiliadora que
representa el auxilio de los cristianos frente a las dificultades, así, María
nos auxilia, nos protege, está a nuestro lado.
- La
visitación a su prima Isabel:
llevada por el Espíritu Santo el día de la Anunciación , nos
enseña que se dirigió inmediatamente a dar ayuda a su prima en su embarazo: el
Espíritu Santo nos lleva a vivir concretamente los gestos de misericordia.
En conclusión, los festejos de
Pentecostés y las fiestas de la
Virgen se unen a la
Fiesta de la
Ascensión de Jesús al cielo y a la Fiesta del Corpus Christi
-también durante este mes- para expresar,
por un lado, que nuestra humanidad aspira a lo más alto -condición
relevante que no debemos olvidar- y, por otro, que Jesús se comprometió a
acompañarnos siempre mientras recorremos esta vida terrena, haciéndose presente
con su Cuerpo y Su Sangre, la
Eucaristía o “Pan del
Peregrino”, renovación de su Alianza para el perdón de los pecados y signo
esencial de la misericordia de Dios.
Que estas Fiestas sean para nosotros motivo de alegría
y crecimiento en nuestro ser cristiano como discípulos de Jesús. Y que Él nos
bendiga siempre.
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