lunes, 9 de mayo de 2016

EL ESPÍRITU SANTO SE NOS REGALA PARA QUE VIVAMOS LA MISERICORDIA


Queridas familias:
Dos figuras importantes en la vida personal y eclesial marcan el rumbo durante este mes de Mayo: el Espíritu Santo, fuente del “Hombre Nuevo” y la Virgen María (Virgen de Luján, María Madre de la Iglesia, María Auxiliadora y “La Visitación” de María a Isabel), constituyendo esta doble circunstancia una hermosa conclusión:
1. El Espíritu Santo: don prometido por Jesús antes de abandonar la tierra. Es el mismo Dios que construye con nosotros los cielos nuevos y la tierra nueva en el hoy y aquí; es quien nos “santifica” uniéndonos íntimamente a Él y entre nosotros; nos “ilumina” para que en cada situación descubramos por dónde va el proyecto de Dios y así podamos colaborar; nos  “fortalece” para que no decaigamos frente a las dificultades y confusiones de hoy; nos “hace “Iglesia”, Cuerpo de Cristo, cuando sabemos compartir -entre nosotros la vida y vamos creando- relaciones nuevas según los criterios del Evangelio.
2. Las Fiestas de María (cuatro este mes). Si bien todas ellas tienen en común la vivencia de la Misericordia por parte de María para con nosotros: nuestra Madre como “modelo de lo que tiene que ser la Iglesia”, cada imagen de María indica:
- La Virgen de Luján, como dice la canción tradicional, que “se quedó para acompañar a su pueblo que peregrina en Argentina”.
- María Madre de la Iglesia, que aceptó al pie de la cruz esta misión que le encomendó su hijo Jesús: ser “madre” con todo lo que ello implica.
- María Auxiliadora que representa el auxilio de los cristianos frente a las dificultades, así, María nos auxilia, nos protege, está a nuestro lado.
- La visitación a su prima Isabel: llevada por el Espíritu Santo el día de la Anunciación, nos enseña que se dirigió inmediatamente a dar ayuda a su prima en su embarazo: el Espíritu Santo nos lleva a vivir concretamente los gestos de misericordia.
En conclusión, los festejos de Pentecostés y las fiestas de la Virgen se unen a la Fiesta de la Ascensión de Jesús al cielo y a la Fiesta del Corpus Christi -también durante este mes- para expresar,  por un lado, que nuestra humanidad aspira a lo más alto -condición relevante que no debemos olvidar- y, por otro, que Jesús se comprometió a acompañarnos siempre mientras recorremos esta vida terrena, haciéndose presente con su Cuerpo y Su Sangre, la Eucaristía o “Pan del Peregrino”, renovación de su Alianza para el perdón de los pecados y signo esencial de la misericordia de Dios.

Que estas Fiestas sean para nosotros motivo de alegría y crecimiento en nuestro ser cristiano como discípulos de Jesús. Y que Él nos bendiga siempre.

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