viernes, 8 de abril de 2016

¿QUÉ QUIERE DECIR “CONSAGRAR” UN TEMPLO?

            Cada 20 del mes de abril recordamos un nuevo aniversario de la Consagración de nuestro Templo Parroquial. Y lo hacemos por dos motivos que creo importantes:

1.      Con la “consagración” expresamos que hay un lugar sagrado, privilegiado, donde Dios está presente de una manera especial, muy distinta a todas las otras presencias. Un lugar especial dónde Él quiere reunir a sus hijos e hijas para encontrarse con ellos. Es el Templo Parroquial donde normalmente se celebran los Sacramentos, signos sensibles y eficaces por medio de los cuales Él nos alimenta, fortalece, nos instruye, nos educa y nos ayuda a ser hermanos entre nosotros. En el Templo, más precisamente en el Sagrario, está presente el mismo Hijo de Dios con quien nos podemos encontrar y contarle nuestras cosas. En él hay algunas imágenes que nos recuerdan los que fueron y son amigos de Dios, intercesores para que caminemos hacia Él. También tenemos un lugar dónde están muchos de nuestros familiares y amigos difuntos que nos recuerdan que nosotros, no ellos ya, vivimos en la esperanza del reencuentro; ellos son nuestras raíces y nos pueden seguir acompañando y fortaleciendo.
2.      El Templo es el signo de que somos una familia, la de Jesús, y, si él es consagrado, con mayor razón lo somos nosotros que lo habitamos, que compartimos la vida, que crecemos juntos en la tarea común  que es la de comprometernos por construir una sociedad según su proyecto con valores humanos positivos y valores espirituales. Es importante comprender que “somos consagrados”, personas sagradas, y que ya compartimos la misma naturaleza de Dios gracias a su Misericordia que se manifiesta en la muerte y resurrección de su Hijo. Consagrados, hoy, es “ser misericordiosos como el Padre es misericordioso”. Tarea que comienza en primer lugar dentro de la familia, la humana y la comunitaria, para proyectarse, como evangelizadores, a todos los demás con los pequeños gestos cuotidianos. “Consagrados” es comprender que ya es solo Dios nuestro punto de referencia y a Él nos debemos; lo demás adquiere sentido cuando mantenemos esa relación: “amarás al Señor tu Dios con todo el corazón, con toda el alma y todo tu espíritu y a tu prójimo como a ti mismo”.

3.      La Fiesta de la Consagración de nuestro Templo es una muy buena oportunidad para recordar en nuestras oraciones la vida y el ministerio del P. Juan Carlos Tondato. Él dio impulso a toda nuestra estructura externa y también la interna, construyendo la Comunidad en continuidad con lo que venía haciendo la Comunidad Salesiana. Ser agradecidos, aunque muchos no lo hayan conocido, es una gran actitud cristiana.

miércoles, 6 de abril de 2016

SAN JORGE: NUESTRO PATRONO



Este mes está dedicado de manera especial a nuestra Comunidad Parroquial: por el aniversario de la Consagración del Templo y por la Fiesta de nuestro Patrono San Jorge.
     Es una muy buena continuación de la Pascua ya que ella nos da pie para que pongamos en acto lo que nos ha ofrecido: la misericordia de Dios y la invitación “a lavarnos los pies los unos a los otros” por medio del compromiso de vivir como una familia, interesándonos por ella y amándola aún con nuestros grandes o pequeños defectos. ¡Sólo así se construye!

     El día 23, sábado, nos visitará el Obispo Mons. Roben O. Frassia, que celebrará la Eucaristía en nuestras Fiestas Patronales y  luego compartirá con nosotros la cena comunitaria.

     Todos estamos invitados: ¡que la Cena sea un motivo  y ocasión más para  “encontrarnos como familia”!

(La tarjeta para la participación a este evento tendrá un valor de $120 para los mayores y de $70 para los menores).

lunes, 4 de abril de 2016

LA MISERICORDIA DE DIOS

     La Misericordia de Dios se manifiesta, por un lado, en la acción de Dios que siempre se da como un regalo definitivo y, por otro, obrando en nosotros cuando acogemos este don y lo tratamos de vivir.
     La familia cristiana -podríamos decir- tiene su fundamento en tres momentos o gestos (como un trípode = tres patas): la Palabra de Dios, los signos sacramentales, la Caridad.

     1. La Palabra de Dios: (leer Mateo 7,24-27). Decía San Jerónimo (que dio impulso a la Biblia) que “el desconocimiento de la Sagrada Escritura es desconocimiento de Cristo”. Junto a la Palabra de Dios está la Catequesis Permanente -e independiente de la que prepara a los sacramentos (especialmente la de los niños). De hecho, los Evangelios son los textos de las catequesis de las primitivas comunidades. ¡Es Dios que nos habla! Francisco, ya en varias oportunidades, regaló un pequeño Evangelio a los que lo escuchaban en la Plaza de San Pedro para que esos receptores lo llevasen siempre consigo y lo leyesen concientemente... Pero, ¿cómo es nuestra relación con la Palabra de Dios? [¡Cuántas veces se pregunta en la liturgia de la Palabra acerca del evangelio del domingo anterior, y pocos o casi nadie lo recuerdan!].

     2. Los Signos Sacramentales: Dios (Jesús) está presente siempre pero de una manera especial por medio de los sacramentos que acompañan la vida del hombre desde que nace hasta que deja este mundo. Así, nos acompaña, nos enriquece, nos alimenta, nos fortalece. El centro de la vida sacramental es la Eucaristía, que es ofrecernos con Él: comunión con él y los hermanos. Así, Jesús nos dice: “Yo estaré siempre con ustedes hasta el fin de mundo”.
     Si al trípode le falta una pata se cae; lo mismo nos pasa si minimizamos o relativizamos la vida sacramental (los siete sacramentos y especialmente la Eucaristía).

     3. La Caridad: ¿qué es? La caridad es el Amor de Dios (agapé). No es solamente cáritas (la ayuda a los necesitados). La caridad es comunión, y que, si es verdadera la que tenemos con Dios, se hace realidad con los demás, especialmente con los miembros de la familia cristiana. Por eso, Caridad es: relaciones nuevas, perdón, consideración y reconocimiento del otro, ponerse en la situación del otro, derrochar actitudes fraternas con los demás. Nada más y nada menos que como hace Dios con nosotros, con todos: “Él hace salir el sol sobre buenos y malos, hace llover sobre buenos y malos”.
Las obras de misericordia, corporales y espirituales, son parte de la Caridad. Son obras concretas que la tradición de la Iglesia, basada en la Palabra de Dios, nos propone.
     Ahora bien, ¿la Caridad es parte de nuestra vida Cristiana?; ¿la comunión, el “encuentro” entre nosotros, nos interesa y la cultivamos?; ¿es suficiente encontrarnos (si podemos llamar “encuentro”) el venir a Misa?: “Dios perdona mucho a quien mucho ama” (leer Lucas 37,36-50)


     Ciertamente, el “camino” que nos propone la Iglesia a partir del Evangelio es un camino “ordinario” y gradual para cada persona. No se niega que Dios tiene otros caminos para que todo hombre o mujer lleguen a él. Lo que sí es importante que, quien decide seguir a Jesús en esta Iglesia, asume un compromiso pues no todo da lo mismo. Los otros caminos los ponemos en la Misericordia de Dios.

viernes, 1 de abril de 2016

LOS SANTOS NOS ENSEÑAN QUE ES POSIBLE VIVIR SERIAMENTE LA COMUNIÓN CON DIOS Y CON LOS HERMANOS



Queridas familias:
Hemos celebrado la Pascua, la Gran Misericordia de Dios, la nueva oportunidad que Él nos ha ofrecido para retomar “el Camino” que Jesús nos indica, un camino que vemos reflejado en las celebraciones de este mes: las Fiestas de nuestra Parroquia. Más precisamente, se trata de la celebración del 36º aniversario de la Consagración de nuestra Casa común, el Templo y por sobre todo “nuestra Comunidad” (el día 20), y las Fiestas Patronales (el sábado 23). A su vez, son acontecimientos del mes de abril enmarcados por la Misericordia, ya que el domingo 3 celebramos el “Día de Jesús Misericordioso” (al respecto, es muy valioso que hayan leído la catequesis del Papa Francisco que transcribimos en el Boletín Parroquial en el mes de febrero -con motivo del 47º aniversario de la creación de nuestra Parroquia- sobre la relación entre “la familia y la Parroquia”).
El “camino” que nos propone Jesús es “ser la Familia de Dios”, es decir, que cada comunidad lo sea para que la Iglesia se constituya como la “comunidad de comunidades cristianas que comparten la misma fe en Jesucristo”. Es difícil hablar de “familia” en los momentos actuales ya que cada uno piensa este concepto a su manera y lo vive como quiere y puede; más aún, resulta dificultoso cuando no hay un parámetro ni amparo certero por parte de aquellos que tienen la responsabilidad del bien social y de la construcción de una nación.
La familia parroquial o Comunidad, como dice Francisco, no solo vive “hacia adentro” (y muchas veces con demasiado individualismo interno) sino que, como toda familia, también es “educadora”. La educación (el “conducir” lo que Jesús ha puesto dentro de nosotros, su Buena Noticia o Evangelio) es “hacia fuera”, para edificar. No obstante, se puede educar, crecer en los valores, siempre que en la familia exista el Amor, elemento esencial para toda relación educadora, como así también que, en las relaciones interpersonales de la vida familiar, se cultive la Misericordia entre sus miembros sin “buscar la aguja en el pajar” para desacreditar a los otros.
En definitiva, la misericordia -en la familia, en la sociedad- tiene que ser reflejo de la Misericordia de Dios (como hemos dicho en el rincón de la catequesis del mes pasado) y, tal como nos lo recuerda Jesús en el evangelio de Lucas 6,36, implica un imperativo: “sed misericordiosos como el Padre es misericordioso”. Sin esta voluntad, nunca avanzaremos en el camino que nos propone Jesús para nuestro bien, y estaremos frenando la Instauración de la Soberanía de Dios (su Reino)
         Que por intercesión de San Jorge, Dios nos bendiga a todos