lunes, 3 de agosto de 2015

El Rincón de la Catequesis

CATEQUESIS  DEL PAPA  FRANCISCO SOBRE EL PRECIO QUE LOS NIÑOS PAGAN POR UNIONES INMADURAS Y SEPARACIONES IRRESPONSABLES
 
El Santo Padre afirma que los niños pagan el precio de 'uniones inmaduras y de separaciones irresponsables'. El Señor juzga nuestra vida escuchando lo que refieren los ángeles de los niños

“Una vez Jesús regañó a sus discípulos porque alejaban a los niños que los padres le llevaban para que les bendijera”. Es conmovedora la narración evangélica: “Le trajeron entonces a unos niños para que les impusiera las manos y orara sobre ellos. Los discípulos los reprendieron, pero Jesús les dijo: ’Dejen a los niños, y no les impidan que vengan a mí, porque el Reino de los Cielos pertenece a los que son como ellos. Y después de haberles impuesto las manos, se fue de allí”. ¡Qué bonita esa confianza de los padres, y esta respuesta de Jesús! ¡Cómo quisiera que esta página se convirtiera en la historia normal de todos los niños!
Es verdad que gracias a Dios los niños con graves dificultades encuentran muy a menudo padres extraordinarios, preparados para cualquier tipo de sacrificio y de generosidad. ¡Pero no se debería dejar solos a estos padres!, deberíamos acompañar su fatiga, pero también ofrecerles momentos de alegría compartida y de alegría despreocupada, para que no sean presos solo de la rutina terapéutica.
Cuando se trata de los niños, en cualquier caso, no se deberían escuchar esas fórmulas de la defensa legal de oficina tipo: “Después de todo, no somos una organización benéfica” o “En lo privado, cada uno es libre de hacer lo que quiere” o también “Lo sentimos, no podemos hacer nada”. Estas palabras no sirven cuando se trata de niños.
Demasiado a menudo en los niños recaen los efectos de la vida de un trabajo precario o mal pagado, de horarios insostenibles, de transportes ineficientes… Pero los niños pagan también el precio de uniones inmaduras y de separaciones irresponsables, son las primeras víctimas. Sufren los resultados de la cultura de los derechos subjetivos exasperados, y se convierten después en hijos más precoces. A menudo absorben una violencia que no son capaces de “disponer”, y bajo los ojos de los de los grandes están obligados a acostumbrarse a la degradación.
También en esta época, como en el pasado, la Iglesia pone su maternidad al servicio de los niños y de sus familias. A los padres y a los hijos de este nuestro mundo lleva la bendición de Dios, la ternura materna, el reproche firme y la condena decidida. Hermanos y hermanas, pensemos bien: ¡Con los niños no se bromea!
Pensemos como sería una sociedad que decidiera, de una vez por todas, establecer este principio: “Es verdad que nos somos perfectos y que cometemos muchos errores. Pero cuando se trata de los niños que vienen al mundo, ningún sacrificio de los adultos se juzgará demasiado costoso o demasiado grande, para evitar que un niño piense que es un error, que no vale nada y estar abandonado a las heridas de la vida y a la prepotencia de los hombres”. Que bonita sería esta sociedad.  Yo creo que a esta sociedad, mucho le sería perdonado por sus innumerables errores. Mucho, de verdad.
El Señor juzga nuestra vida escuchando lo que refieren los ángeles de los niños, ángeles que “ven siempre el rostro del Padre que está en los cielos". Preguntémonos siempre: ¿Qué contarán a Dios de nosotros estos ángeles de los niños?”  


                                                 Ciudad del Vaticano, 08 de abril de 2015

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