CATEQUESIS DEL PAPA
FRANCISCO SOBRE EL PRECIO QUE LOS NIÑOS PAGAN POR UNIONES INMADURAS Y
SEPARACIONES IRRESPONSABLES
El Santo Padre afirma que los niños pagan el precio de 'uniones
inmaduras y de separaciones irresponsables'. El Señor juzga nuestra vida
escuchando lo que refieren los ángeles de los niños
“Una vez Jesús regañó a
sus discípulos porque alejaban a los niños que los padres le llevaban para que
les bendijera”. Es conmovedora la narración evangélica: “Le trajeron entonces a
unos niños para que les impusiera las manos y orara sobre ellos. Los discípulos
los reprendieron, pero Jesús les dijo: ’Dejen a los niños, y no les impidan que
vengan a mí, porque el Reino de los Cielos pertenece a los que son como ellos.
Y después de haberles impuesto las manos, se fue de allí”. ¡Qué bonita esa
confianza de los padres, y esta respuesta de Jesús! ¡Cómo quisiera que esta
página se convirtiera en la historia normal de todos los niños!
Es verdad que gracias a
Dios los niños con graves dificultades encuentran muy a menudo padres
extraordinarios, preparados para cualquier tipo de sacrificio y de generosidad.
¡Pero no se debería dejar solos a estos padres!, deberíamos acompañar su
fatiga, pero también ofrecerles momentos de alegría compartida y de alegría
despreocupada, para que no sean presos solo de la rutina terapéutica.
Cuando se trata de los
niños, en cualquier caso, no se deberían escuchar esas fórmulas de la defensa
legal de oficina tipo: “Después de todo, no somos una organización benéfica” o
“En lo privado, cada uno es libre de hacer lo que quiere” o también “Lo
sentimos, no podemos hacer nada”. Estas palabras no sirven cuando se trata de
niños.
Demasiado a menudo en
los niños recaen los efectos de la vida de un trabajo precario o mal pagado, de
horarios insostenibles, de transportes ineficientes… Pero los niños pagan
también el precio de uniones inmaduras y de separaciones irresponsables, son
las primeras víctimas. Sufren los resultados de la cultura de los derechos
subjetivos exasperados, y se convierten después en hijos más precoces. A menudo
absorben una violencia que no son capaces de “disponer”, y bajo los ojos de los
de los grandes están obligados a acostumbrarse a la degradación.
También en esta época,
como en el pasado, la Iglesia
pone su maternidad al servicio de los niños y de sus familias. A los padres y a
los hijos de este nuestro mundo lleva la bendición de Dios, la ternura materna,
el reproche firme y la condena decidida. Hermanos y hermanas, pensemos bien:
¡Con los niños no se bromea!
Pensemos como sería una
sociedad que decidiera, de una vez por todas, establecer este principio: “Es
verdad que nos somos perfectos y que cometemos muchos errores. Pero cuando se
trata de los niños que vienen al mundo, ningún sacrificio de los adultos se
juzgará demasiado costoso o demasiado grande, para evitar que un niño piense
que es un error, que no vale nada y estar abandonado a las heridas de la vida y
a la prepotencia de los hombres”. Que bonita sería esta sociedad. Yo creo
que a esta sociedad, mucho le sería perdonado por sus innumerables errores.
Mucho, de verdad.
El Señor juzga nuestra
vida escuchando lo que refieren los ángeles de los niños, ángeles que “ven
siempre el rostro del Padre que está en los cielos". Preguntémonos
siempre: ¿Qué contarán a Dios de nosotros estos ángeles de los niños?”
Ciudad del Vaticano, 08 de abril de 2015
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