lunes, 6 de julio de 2015

“Dios, que te creó sin ti, no te salvará sin ti” (San Agustín)


¿De quién depende la Salvación?, cuando por Salvación se entiende la obra de Jesús que vino para perdonar nuestros pecados y hacernos re-nacer a la vida nueva de hijos de Dios y hermanos entre nosotros y abrirnos las puertas de la eternidad.
San Agustín, un gran estudioso siempre iluminado, nos dice que la salvación depende de Dios y de nosotros, siempre juntos. El objetivo de la creación del hombre por parte de Dios consiste en poder participar de su vida, entrar en el círculo de su Amor, hacernos participar de él. Poseer la vida es el  don divino: el don más grande que hayamos recibido. ¡Y qué poca importancia le damos a este don! Estamos tan acostumbrados a “tener vida” que olvidamos la relación que ésta tiene con el creador.
Ciertamente, la existencia tiene sus vueltas, nada es fácil, y muchas veces pensamos que todas las desavenencias que se nos presentan, si es que Dios existe, no tendrían que estar presentes. Sin embargo, Dios nos creó “muy buenos” pero también con “libertad” (¡Qué respetuoso este Dios creador!). Y a la libertad muchas veces la entendemos mal, no como la entendió el creador. Nosotros pensamos que tenemos libertad para hacer “lo que queremos”; mientras que se nos fue dada “para hacer el bien”. A causa de esto, siempre tenemos que elegir entre lo que queremos y hacer el bien.
Es así que lo que Jesús realizó en plena libertad se convierte en parámetro para que nosotros obremos de la misma manera.
Por eso la salvación depende también de nosotros, de nuestras elecciones. Se puede vivir de muchas maneras, también a contramano de éticas y morales y contra el sentido común: siempre dependerá de nosotros, de esta posibilidad de hacer el bien o no.

Como buenos cristianos tratemos de que, como dice Papa Francisco, “no nos roben la fe, la esperanza y el Amor de Dios”

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