viernes, 31 de julio de 2015

Carta del Párroco



Queridas familias:
Si miramos el calendario de este mes, notaremos que hay recordatorios especiales: día del Párroco, de los Diáconos, de los Catequistas, del Seminario diocesano. Sería bueno entonces que, por medio de estos acontecimientos, centremos la atención sobre lo que significa “ser cristiano” puesto que la esencia del auténtico creyente está en el “servicio”, en el salirse de uno mismo para abrir el corazón a las necesidades de nuestros hermanos, sea cual fueren estas prioridades. En esto no hay debate posible: el servicio cristiano es una certeza que no se discute.
Pero, ¿dónde nace este criterio? Pues bien, ¡en el Evangelio como nueva y buena noticia de parte de Dios por medio de Jesús!
En su evangelio, San Juan nos relata la “última cena”, momento central de la vida de Jesús antes de dejar este mundo para indicarnos como allí, en esa Liturgia Pascual actualizada, Cristo hace entrega de su vida: “tomen y coman” de su cuerpo. En la descripción de este acontecimiento Juan centra la atención en que el comer y beber el Cuerpo y la Sangre de Cristo lleva a identificarse con Él. De esta manera, nos muestra como Jesús lo “enseña”, levantándose de la mesa, colocándose una toalla en la cintura y lavando los pies a sus amigos. Si leemos el relato veremos muchas indicaciones, pero lo esencial es que nos enseña definitivamente que no se puede ser cristiano sin ser servidor del prójimo. Servimos a Dios cuando servimos a los hermanos. Y no solamente en los momentos importantes, sino en la cotidianidad, al ejercerlo cada uno según su vocación específica.
Este mes recordamos el “servicio” en la comunidad, pero no es un gesto exclusivo de ella: la comunidad se construye solamente si hay servicio en todos los casos y si cada uno lo sabe asumir. Muchas veces usamos la excusa del “¡no tengo tiempo!”, pero, ¿usamos bien el tiempo?, ¿qué cantidad y calidad de tiempo le damos a las cosas de Dios? Miremos adelante y veremos que mientras de este mundo no nos llevamos casi nada, el Juicio de Dios tiene presente el “servicio” aquí en la tierra (leer Mateo 25).
Si creemos que puede existir una primavera de la Iglesia, ésta se dará por el servicio, que es la actitud del buen cristiano; como decía un sabio: “El que no vive para servir, no sirve para vivir”.
Pidamos a María que, Servidora del Señor como ella fue, lo podamos también ser nosotros, asumiendo nuestras responsabilidades.
Y que la bendición de Dios nos acompañe.
Con la bendición de Dios

lunes, 6 de julio de 2015

“Dios, que te creó sin ti, no te salvará sin ti” (San Agustín)


¿De quién depende la Salvación?, cuando por Salvación se entiende la obra de Jesús que vino para perdonar nuestros pecados y hacernos re-nacer a la vida nueva de hijos de Dios y hermanos entre nosotros y abrirnos las puertas de la eternidad.
San Agustín, un gran estudioso siempre iluminado, nos dice que la salvación depende de Dios y de nosotros, siempre juntos. El objetivo de la creación del hombre por parte de Dios consiste en poder participar de su vida, entrar en el círculo de su Amor, hacernos participar de él. Poseer la vida es el  don divino: el don más grande que hayamos recibido. ¡Y qué poca importancia le damos a este don! Estamos tan acostumbrados a “tener vida” que olvidamos la relación que ésta tiene con el creador.
Ciertamente, la existencia tiene sus vueltas, nada es fácil, y muchas veces pensamos que todas las desavenencias que se nos presentan, si es que Dios existe, no tendrían que estar presentes. Sin embargo, Dios nos creó “muy buenos” pero también con “libertad” (¡Qué respetuoso este Dios creador!). Y a la libertad muchas veces la entendemos mal, no como la entendió el creador. Nosotros pensamos que tenemos libertad para hacer “lo que queremos”; mientras que se nos fue dada “para hacer el bien”. A causa de esto, siempre tenemos que elegir entre lo que queremos y hacer el bien.
Es así que lo que Jesús realizó en plena libertad se convierte en parámetro para que nosotros obremos de la misma manera.
Por eso la salvación depende también de nosotros, de nuestras elecciones. Se puede vivir de muchas maneras, también a contramano de éticas y morales y contra el sentido común: siempre dependerá de nosotros, de esta posibilidad de hacer el bien o no.

Como buenos cristianos tratemos de que, como dice Papa Francisco, “no nos roben la fe, la esperanza y el Amor de Dios”

sábado, 4 de julio de 2015

Seguimos presentado la Exhortación del Papa Francisco:



Capítulo IV: La dimensión social de la evangelización

·            “Nadie puede exigirnos que releguemos la religión a la intimidad secreta de las personas, sin influencia alguna en la vida social y nacional, sin preocuparnos por la salud de las instituciones de la sociedad civil, sin opinar sobre los acontecimientos que afectan a los ciudadanos. ¿Quién pretendería encerrar en un templo y acallar el mensaje de san Francisco de Asís y de la beata Teresa de Calcuta? Ellos no podrían aceptarlo. Una auténtica fe —que nunca es cómoda e individualista— siempre implica un profundo deseo de cambiar el mundo, de transmitir valores, de dejar algo mejor detrás de nuestro paso por la tierra” (n. 183).
·            “La necesidad de resolver las causas estructurales de la pobreza no puede esperar, no solo por una exigencia pragmática de obtener resultados y de ordenar la sociedad, sino para sanarla de una enfermedad que la vuelve frágil e indigna y que solo podrá llevarla a nuevas crisis. Los planes asistenciales, que atienden ciertas urgencias, solo deberían pensarse como respuestas pasajeras. Mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres, renunciando a la autonomía absoluta de los mercados y de la especulación financiera y atacando las causas estructurales de la inequidad, no se resolverán los problemas del mundo y en definitiva ningún problema. La inequidad es raíz de los males sociales” (n. 202).
·            “¡Pido a Dios que crezca el número de políticos capaces de entrar en un auténtico diálogo que se oriente eficazmente a sanar las raíces profundas y no la apariencia de los males de nuestro mundo! La política, tan denigrada, es una altísima vocación, es una de las formas más preciosas de la caridad, porque busca el bien común (…) ¡Ruego al Señor que nos regale más políticos a quienes les duela de verdad la sociedad, el pueblo, la vida de los pobres!” (n. 205)
·            “Entre esos débiles, que la Iglesia quiere cuidar con predilección, están también los niños por nacer, que son los más indefensos e inocentes de todos, a quienes hoy se les quiere negar su dignidad humana en orden a hacer con ellos lo que se quiera, quitándoles la vida y promoviendo legislaciones para que nadie pueda impedirlo. Frecuentemente, para ridiculizar alegremente la defensa que la Iglesia hace de sus vidas, se procura presentar su postura como algo ideológico, oscurantista y conservador. Sin embargo, esta defensa de la vida por nacer está íntimamente ligada a la defensa de cualquier derecho humano. Supone la convicción de que un ser humano es siempre sagrado e inviolable, en cualquier situación y en cada etapa de su desarrollo. Es un fin en sí mismo y nunca un medio para resolver otras dificultades. Si esta convicción cae, no quedan fundamentos sólidos y permanentes para defender los derechos humanos, que siempre estarían sometidos a conveniencias circunstanciales de los poderosos de turno. La sola razón es suficiente para reconocer el valor inviolable de cualquier vida humana, pero si además la miramos desde la fe, ‘toda violación de la dignidad personal del ser humano grita venganza delante de Dios y se configura como ofensa al Creador del hombre’” (n. 213).
·            “Precisamente porque es una cuestión que hace a la coherencia interna de nuestro mensaje sobre el valor de la persona humana, no debe esperarse que la Iglesia cambie su postura sobre esta cuestión. Quiero ser completamente honesto al respecto. Este no es un asunto sujeto a supuestas reformas o ‘modernizaciones’. No es progresista pretender resolver los problemas eliminando una vida humana. Pero también es verdad que hemos hecho poco para acompañar adecuadamente a las mujeres que se encuentran en situaciones muy duras, donde el aborto se les presenta como una rápida solución a sus profundas angustias, particularmente cuando la vida que crece en ellas ha surgido como producto de una violación o en un contexto de extrema pobreza. ¿Quién puede dejar de comprender esas situaciones de tanto dolor?” (n. 214)
·            “La Iglesia no pretende detener el admirable progreso de las cienciasAl contrario, se alegra e incluso disfruta reconociendo el enorme potencial que Dios ha dado a la mente humana. Cuando el desarrollo de las ciencias, manteniéndose con rigor académico en el campo de su objeto específico, vuelve evidente una determinada conclusión que la razón no puede negar, la fe no la contradice. Los creyentes tampoco pueden pretender que una opinión científica que les agrada, y que ni siquiera ha sido suficientemente comprobada, adquiera el peso de un dogma de fe. Pero, en ocasiones, algunos científicos van más allá del objeto formal de su disciplina y se extralimitan con afirmaciones o conclusiones que exceden el campo de la propia ciencia. En ese caso, no es la razón lo que se propone, sino una determinada ideología que cierra el camino a un diálogo auténtico, pacífico y fructífero” (n. 243).

·            “Un sano pluralismo, que de verdad respete a los diferentes y los valore como tales, no implica una privatización de las religiones, con la pretensión de reducirlas al silencio y la oscuridad de la conciencia de cada uno, o a la marginalidad del recinto cerrado de los templos, sinagogas o mezquitas. Se trataría, en definitiva, de una nueva forma de discriminación y de autoritarismo. El debido respeto a las minorías de agnósticos o no creyentes no debe imponerse de un modo arbitrario que silencie las convicciones de mayorías creyentes o ignore la riqueza de las tradiciones religiosas. Eso a la larga fomentaría más el resentimiento que la tolerancia y la paz” (n. 255).

jueves, 2 de julio de 2015

El Rincón de la Catequesis



CATEQUESIS  DEL PAPA  FRANCISCO SOBRE EL PRECIO QUE LOS NIÑOS PAGAN POR UNIONES INMADURAS Y SEPARACIONES IRRESPONSABLES
 
El Santo Padre afirma que los niños pagan el precio de 'uniones inmaduras y de separaciones irresponsables'. El Señor juzga nuestra vida escuchando lo que refieren los ángeles de los niños

Queridos hermanos y hermanas,
En la catequesis sobre la familia completamos hoy la reflexión sobre los niños, que son el fruto más bonito de la bendición que el Creador ha dado al hombre y a la mujer. Ya hemos hablado del gran don que son los niños, hoy debemos lamentablemente hablar de las “historias de Pasión” que viven muchos de ellos.
Muchos niños desde el principio son rechazados, abandonados, despojados de su infancia y de su futuro. Alguno osa decir, casi para justificarse, que ha sido un error hacerles venir al mundo. ¡Esto es vergonzoso! ¡No descarguemos sobre los niños nuestras culpas! Los niños no son nunca “un error”. Su hambre no es un error, como no lo es su pobreza, su fragilidad, su abandono; y no lo es ni siquiera su ignorancia, o su incapacidad. Muchos niños no saben lo que es una escuela.
En todo caso, se trata de motivos para amarlos más, con mayor generosidad. ¿Qué hacemos con las solemnes declaraciones de los derechos del hombre y del niño, si después castigamos a los niños por los errores de los adultos?
Aquellos que tienen la tarea de gobernar, de educar, pero diría todos los adultos, somos responsables de los niños y de hacer lo que cada uno de nosotros pueda para cambiar esta situación. Me refiero a la pasión de los niños. Cada niño marginado, abandonado, que vive por la calle mendigando e intentando sobrevivir de cualquier manera, sin escuela, sin atención médica, es un grito que sube a Dios y que acusa el sistema que hemos construido. Y lamentablemente estos niños son presa de criminales, que les explotan para el tráfico y el comercio indigno, y los adiestran para la guerra y la violencia.
Pero también en los países, así llamados, ricos, muchos niños viven dramas que les marcan de una forma muy fuerte, por la crisis de la familia, de los vacíos educativos y de condiciones de vida a veces deshumanas. En cualquier caso, son infancias violadas en el cuerpo y en el alma. ¡Pero ninguno de estos niños es olvidado por el Padre que está en el cielo! ¡Ninguna de sus lágrimas se pierde!, como tampoco se pierde nuestra responsabilidad, la responsabilidad social de las personas y de los países.
 (Continuará)