Queridas
familias:
Ya comenzamos la segunda mitad del año: el
tiempo pasa rápidamente, los acontecimientos muchas veces nos superan y
corremos el riesgo de dejarnos llevar por ellos, sin poder decidir nosotros las
prioridades.
Sin embargo, como Iglesia, estamos llamados a
poner nuestra atención en los grandes acontecimientos, como por ejemplo, en el
mes de octubre, el Sínodo de los Obispos, nuestros guías. Se trata de un evento
muy importante ya que fue precedido por un pre-sínodo el año pasado e implica
el tratamiento de un tema central para la vida humana desde la óptica de la fe,
es decir, “desde el Proyecto de Dios”: “la
Familia”. En relación con el tema “Familia” y frente a las nuevas
realidades, ya desde hace tiempo se está rezando y analizando la forma en que
ese proyecto de Dios se articula en nuestra realidad. No se trata de acomodar
las cosas según los caprichos de los hombres, sino de ver, juzgar y actuar en
función de lo que hoy quiere Dios.
Después del Sínodo, el Papa Francisco nos
propondrá las conclusiones y la palabra iluminadora para que nosotros podamos
vivir la enseñanza del evangelio en esta vocación tan especial como es la
matrimonial y familiar.
A nosotros nos toca, entonces, rezar para que
Jesús ilumine a los que están llamados a ofrecer respuestas y propuestas.
Rezar, para que abramos nuestro corazón aceptando las conclusiones con un
profundo y sincero sentido de fe. Rezar, para que nuestras familias puedan
llegar a ser esas células que animan fortalecen y construyen el verdadero
tejido social de nuestra sociedad.
Por esto mismo, es necesario no permitir que
los integrantes del Sínodo que se sientan solos, sino que debemos acompañados
también por nosotros: esto es la “comunión de los santos”.
Lo que está en juego es el bien y el futuro de
la humanidad y creo, estoy convencido, de que los hombres de buena voluntad no
podemos estar ajenos a esto, no podemos encerrarnos sólo en nuestros propios
problemas. El “microclima” siempre hace ver solo una parte de las cosas y la
mayoría de las veces sólo las que nos convienen: abrir el horizonte nos hará
bien y expresará “la magnanimidad” de la que nos habla S. Pablo.
Con la bendición de Dios
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