martes, 9 de abril de 2013

LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN Y LA INSTITUCION ECLESIAL


Con motivo de la renuncia del Papa y la elección del nuevo sucesor de Pedro en la persona del Cardenal Bergoglio, el Papa Francisco, hemos asistido en este último tiempo a un interés creciente por las cuestiones eclesiales. Este interés dando noticias, opiniones, etc. implica que la Institución tiene vigencia; sin embargo, centrar la atención solamente en algunos aspectos negativos y achacados solo a este organismo indica que lo que se busca es desacreditarlo, esto es, “a río devuelto, ganancia de pescadores”. En otras palabras, la Institución “molesta”.

Es importante reconocer que la Iglesia no pretende imponer sus ideales y su visión como la única válida, sino proponer que lo que ella entiende, a la luz de la revelación divina, da sentido a la vida, incluida la muerte. Ella transmite la fe, por medio de sus miembros (que serían todos los cristianos), en Jesús, el Mesías que se encarnó y dio la vida por todos (lo recordamos en la Pascua) para hacernos plenamente Hijos de Dios, conscientes de esta nueva realidad. Así, muestra que esta misión es continuada por Cristo -desde su partida de la vida física- por medio de la Iglesia como pequeña comunidad de seguidores.
Es por eso que la mirada a una Institución -que también es humana como la nuestra y “a pesar de todo”- tiene que ser una mirada de fe, es decir, un “ver más allá” de lo meramente humano. Sin esa dimensión nunca podrá ser entendida y aceptada.
Fijémonos en el nuevo Papa, qué mirada se tenía hacia él antes de su elección y la mirada de hoy. Parecería que hoy nos maravillamos de lo que él siempre vivió, lo cual ahora nos asombra. Este mismo enfoque tendríamos que tener los unos para con los otros, pues ésta es la mirada de Dios, misericordiosa y benévola.
Para ser específicos, no miremos siempre en alto; quedémonos allí dónde la Iglesia es realidad, en la diocesana y en la comunidad parroquial, allí está “toda la Iglesia”.
Estás realidades concretas hay que mirarlas con el don de la fe. ¡Si no, estamos fritos!

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