Una gran alegría nos invadió a
todos con la elección del cardenal Bergoglio, como “obispo de Roma”, el Papa,
Francisco.
Ya desde los primeros gestos y
palabras conquistó a todo el mundo, católico o no. Se percibieron los brotes de
una nueva primavera, algo que todos estábamos esperando. Sobre todo esto se
habló y se habla en todos los medios por lo que no nos queda más que hacer lo
que él pidió desde el comienzo: ¡qué recemos por él, que lo bendigamos para que
pueda a su vez bendecirnos! Debemos hacerlo desde ahora para con todos los que
están llamados a servir al Pueblo de Dios en sus distintos estamentos (diócesis
y comunidades parroquiales), para provecho de todos.
Quisiera puntualizar algo que me
impresionó y que puede marcar la diferencia en esta nueva primavera. Son las
tres palabras clave del discurso que
Francisco dirigió a los Cardenales al finalizar el Conclave. Es una
especie de indicación acerca de rumbo por dónde tendrían que transitar las
Iglesias en estos años:
CAMINAR: no
detenerse, es crecer y saber hacia dónde uno va y decididamente encaminarse.
Cuaresma nos indicaba precisamente esto mismo.
EDIFICAR: San
Pablo define a la Iglesia
como el Cuerpo de Cristo, también como un edificio donde nosotros somos las
“piedras vivas”. El Papa agrega “ungidas por el Espíritu Santo”. El edificio se
va construyendo (S. Francisco recibió la orden de parte del crucifijo de S.
Damián de “reconstruir su Iglesia”). Todos somos importantes y nos necesitamos
para ser esas “piedras vivas y ungidas”.
CONFESAR: Es proclamar la fe que hemos recibido como don,
comunicarla, transmitirla con palabras y con gestos (como hemos visto hacer al
Papa Francisco). La confesión no tiene como objeto los pecados, sino a Cristo
Jesús.
¿Nos pueden servir estas
indicaciones para toda la
Iglesia y para nuestra comunidad?
¡Vivamos
con esperanza
esta
“primavera” de las Iglesias,
siendo
cada uno un brote nuevo
que se
renueva en el árbol cristiano!