En la Biblia se describen distintos tipos de profecías.
Y, a veces, el camino de la palabra pasa por los sueños. ¿Cómo será la Iglesia del futuro?, ¿cómo
la podemos soñar? Si aún hay un lugar para un sueño, aquí va uno.
Soñar que la Iglesia del futuro será
aquella que el Concilio Vaticano II insinuó: una comunidad de comunidades. La Iglesia será, ante todo, la Iglesia local. Cuando pensemos
en la Iglesia ,
la imagen que asomará ya no será la de la pirámide sino la de la reunión. La Koinonía-Comunión
será su nombre propio.
Para esa altura, habrán desaparecido ya
los ordinariatos castrenses, resabio de las cruzadas, y también las prelaturas
personales.
No habrá otra dignidad en la Iglesia que la de ser
bautizado, y no habrá otra pertenencia que no sea la de una comunidad. Porque la Iglesia del futuro habrá
comprendido que el sueño de comunión del Vaticano II sólo es posible si cada
Iglesia local es, a la vez, ella misma, comunidad de comunidades. Y más allá de
los nombres que estas reciban, resultará claro que la Iglesia es lo que hace; y
lo que hace, es crear comunidad allí donde se encuentre. Sólo la comunidad es
el lugar de la Teo-fanía
(revelación), porque
sólo en ella puede manifestarse un Dios, que en lo más profundo de su ser no es
una soledad inmóvil, sino que es comunión de un Padre y un Hijo en la dinámica
del Espíritu. Por eso, la
Iglesia incesantemente alentará en la historia de los hombres
la utopía de la fraternidad de la que nos da cuenta todo el Nuevo Testamento.
Soñar cuesta poco pero como es parte de nuestra
existencia sería bueno confrontarla con el Evangelio y con los deseos del
Concilio Vaticano II.
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