lunes, 13 de marzo de 2017

Queridas familias:

Comenzamos el “Tiempo de Cuaresma” y el buen Dios nos ofrece otra oportunidad para nuestro crecimiento en la vida cristiana. Este periodo de preparación constituye asimismo la ayuda divina que nos permite vivir su proyecto enriquecidos por la Pascua, que es, precisamente, el objetivo final de la Cuaresma. Son cuarenta días de preparación interior: ¿estamos entonces dispuestos a vivirlos con intensidad? Es importante que reconozcamos que la preparación no pasa por cumplir actividades extraordinarias, sino más bien por desempeñar acciones ordinarias realizadas con fidelidad, compromiso, constancia, apertura… Pero, ¿sobre qué cosas?: pues bien, sobre la Palabra de Dios, animándonos a darle un lugar privilegiado en la vida diaria, adentrándonos en ella; y sobre la Misa dominical, siendo fieles a ella, sabiendo que no es solamente un relacionarnos con Jesús, sino también, como venimos diciendo, con los demás creyentes que participan.
Por otra parte, en el marco de la preparación cuaresmal, todos los viernes reflexionaremos sobre “nuestro Bautismo” (ver más detalles en este boletín en el artículo “Cuaresma: renovamos nuestro bautismo”) y nos enriqueceremos con la participación activa en las fiestas de este mes: el día 16, con la del Cura Brochero, recientemente reconocido como el Santo local que nos enseña a ser evangelizadores; el lunes 20, con la de San José (Protector de la Iglesia), a quien le pediremos nos proteja frente a la mundanidad; y, finalmente, el día 25, con la Fiesta de la Anunciación a María y la Encarnación del Hijo de Dios, en la que reviviremos el Amor de Dios que nos envía a su Hijo y la actitud humana de María (que consiste en la aceptación de la Virgen ante la propuesta divina aún contras las costumbres y la mentalidad del aquel momento, entrega mariana que es un ejemplo a seguir también en nuestro tiempo).
La acción cuaresmal se efectiviza además al vivir (al hacer experiencia concreta) las obras de Misericordia, de esta manera, el Año que pasamos no quedará en el olvido, sino, por el contrario, se convertirá en el motor que nos impulse a abrirnos a los demás (para esto revisar en detalle, en este boletín, las catorce obras de misericordia en el artículo “Las obras de misericordia”).
Por último, la Cuaresma tendrá su momento culminante con la Celebración Penitencial antes de la Pascua para dejarnos inundar por la misericordia del Padre y así renovar el arrepentimiento y el “propósito” de vivir cada vez con mayor seriedad -el proceso no se termina nunca- los dones recibidos de la fe, la esperanza y el Amor compartidos.
En fin, como decía y vivía Santa Teresita, experimentar auténticamente la Cuaresma implica “vivir lo ordinario de una manera extraordinaria”. Está en cada uno de nosotros aceptar la propuesta de Dios y vivirla con la seguridad que Él realizará en nosotros lo que se propone: ofrecernos nuevamente la Salvación y sus consecuencias a través de la muerte y resurrección de su Hijo.
¡Qué la “oración” sea la levadura con la que amasamos este tiempo de Cuaresma!

Que Dios nos bendiga y nos acompañe

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