FAMILIA
Y PARROQUIA
Una catequesis que, al celebrar los 47º aniversario de la
creación de nuestra parroquia, nos puede servir
“Quisiera hoy detener
nuestra atención en el vínculo entre la familia y la comunidad cristiana. Es un
vínculo, por así decir, “natural”, porque la Iglesia es una familia espiritual y la familia es
una pequeña Iglesia.
La Comunidad cristiana es
la casa de aquellos que creen en Jesús como la fuente de la fraternidad entre
todos los hombres. La Iglesia
camina en medio de los pueblos, en la historia de los hombres y de las mujeres,
de los padres y de las madres, de los hijos y de las hijas: esta es la historia
que cuenta para el Señor. Los grandes acontecimientos de las potencias mundanas
se escriben en los libros de historia, y permanecen allí. Pero la historia de
los afectos humanos se escribe directamente en el corazón de Dios; y es la
historia que permanece eternamente. Es este el lugar de la vida y de la fe. La
familia es el lugar de nuestra iniciación --insustituible, indeleble-- en
esta historia. En esta historia de vida plena que terminará en la
contemplación de Dios para toda la eternidad en el cielo, pero comienza en la
familia y por eso, es tan importante la familia.
El Hijo de Dios
aprendió la historia humana por esta vía, y la recorre hasta el final. ¡Es
hermoso volver a contemplar a Jesús y los signos de este vínculo! Él nació
en una familia y allí “aprendió el mundo”: un taller, cuatro casas, un pueblo.
Y sin embargo, viviendo durante treinta años esta experiencia, Jesús asimiló la
condición humana, acogiéndola en su comunión con el Padre y en su misma misión
apostólica. Después, cuando dejó Nazaret y comenzó la vida pública, Jesús formó
en torno a él una comunidad, una “asamblea”, es decir una con-vocación de
personas. Este es el significado de la palabra “iglesia”.
En los Evangelios, la
asamblea de Jesús tiene la forma de una familia y de una familia acogedora, no
de una secta exclusiva, cerrada: nos encontramos con Pedro y Juan, pero también
al hambriento y al sediento, al extranjero y al perseguido, a la pecadora y al
publicano, a los fariseos y a la multitud. Y Jesús no cesa de acoger y de hablar
con todos, también con el que ya no espera encontrar a Dios en su vida. ¡Es una
gran lección para la Iglesia!
Los discípulos mismos han sido elegidos para cuidar de esta asamblea, de esta
familia de huéspedes de Dios. Para que esté viva hoy esta realidad de la
asamblea de Jesús, es indispensable reavivar la alianza entre la familia y la
comunidad cristiana. Podríamos decir que la familia y la parroquia son dos
lugares en donde se realiza esta comunión de amor que encuentra su fuente
última en Dios mismo. Una Iglesia de verdad según el Evangelio no puede no
tener la forma de una casa acogedora. Con las puertas abiertas siempre. Las
iglesias, las parroquias, las instituciones con las puertas cerradas no se
deben llamar iglesias, se deben llamar museos.
Hoy, esta es una
alianza crucial. “En contra de los 'centros de poder' ideológicos,
financieros y políticos, volvemos a poner nuestras esperanzas no en estos
centros de poder, sino en los centros del amor. Nuestra esperanza está en
estos centros del amor. Centros evangelizadores, ricos de calor humano, basados
en la solidaridad y la participación”, y también en el perdón entre
nosotros.
Reforzar el vínculo
entre la familia y la comunidad cristiana es hoy indispensable y urgente. Por
supuesto, se necesita una fe generosa para encontrar la inteligencia y la
valentía para renovar esta alianza. Las familias a veces dan un paso atrás,
diciendo que no están a la altura: 'Padre, somos una pobre familia y también un
poco destartalada', 'no somos capaces', 'tenemos ya tantos problemas en casa',
'no tenemos la fuerza'. Es verdad. Pero ninguno es digno, ninguno está a la
altura, ¡ninguno tiene las fuerzas! Sin la gracia de Dios, no podremos hacer
nada. Todo nos es dado gratuitamente. Y el Señor no llega nunca a una nueva familia
sin hacer algún milagro. ¡Recordemos lo que hizo en las bodas de Caná! Sí, el
Señor, si nos ponemos en sus manos, nos hace hacer milagros. Milagros de
todos los días cuando está el Señor en esa familia.
Naturalmente, también
la comunidad cristiana debe hacer su parte. Por ejemplo, tratar de superar
actitudes demasiado directivas y demasiado funcionales, favoreciendo el diálogo
interpersonal y el conocimiento y la estima recíproca. Las familias tomen la
iniciativa y sientan la responsabilidad de llevar los propios dones preciosos
para la comunidad. Todos debemos ser conscientes de que la fe cristiana se
juega en el campo abierto de la vida compartida con todos, la familia y la
parroquia deben cumplir el milagro de una vida más comunitaria para toda la sociedad.
En Caná, estaba la Madre de Jesús, la “madre
del buen consejo”. Escuchemos nosotros también sus palabras: 'Hagan todo lo que
él les diga'. Queridas familias, queridas comunidades parroquiales, dejémonos
inspirar por esta Madre, hagamos todo lo que Jesús nos diga, y nos
encontraremos ante el milagro, el milagro de cada día”.
Gracias.
Ciudad del Vaticano, 09 de septiembre de 2015