lunes, 4 de mayo de 2015

El sacramento del matrimonio

El Sacramento del Matrimonio, la unión del hombre y de la mujer que se convierten en signo de la presencia de Jesús resucitado en la sociedad, tiene como fin la formación de una familia: hacer realidad esa misión que Dios les encomendó en la creación: “sean fecundos y multiplíquense”. El Padre dio el puntapié inicial y luego a muchas mujeres y hombres les encomendó continuar su obra para poder derrochar su Amor sobre muchísimas criaturas.
Que el matrimonio tiene la misión de formar una familia, es cosa de Dios: Él es el origen de todo.
Por eso la característica de la vida matrimonial es la “fecundidad”, la capacidad-don de continuar la obra de Dios. Fecundidad que ayuda a los esposos a consolidar su unión y que tiene que estar abierta a la vida con responsabilidad.
El mayor capital de un matrimonio no es el dinero que pueda juntar, o las cosas materiales que pueda acumular, sino los hijos. La vida es un don y merece toda la atención, la preocupación. Ciertamente, es importante la transmisión de la vida realizada con madurez y responsabilidad, pero lo es también el “crecimiento” de esa vida, la educación, la formación y la proyección hacia el futuro. El Matrimonio contribuye así con toda la humanidad, con los pueblos. Y un matrimonio cristiano prepara a otros seres humanos para la Gloria de Dios.

Que la maternidad y la paternidad se pueda asumir como don y como compromiso en bien de la sociedad.

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