domingo, 31 de mayo de 2015

Colecta para el servicio universal de la iglesia



     
         Esta colecta se realizará el próximo 5 de julio, antiguamente, llevaba el nombre de “Óbolo de San Pedro” (oferta a Pedro, el Papa) y está destinada a las obras de Caridad que el Papa Francisco juzga oportunas en las dificultades que se van presentando en distintos lugares del mundo.

     Nuestra adhesión a ella significará un pequeño gesto que indica que somos la “Iglesia una, santa, católica y apostólica”; tal como nos enseña  Jesús, que nos quiere ver como hermanos.

lunes, 18 de mayo de 2015

FIESTAS PATRONALES DE NUESTRA CAPILLA








Una breve explicación del cuadro que tenemos en la Capilla ya que en él hay toda una doctrina cristiana:
1.      la base, la tierra, es el lugar dónde se juega la vida, es la realidad donde estamos y donde nos puso el buen Dios.
2.      Las columnas y el arco expresan la obra del hombre, su accionar, la continuación de la obra creadora de Dios. Pero… están desplazados, no estan en el centro. Es decir son imperfectos.
3.      La cruz: signo del amor de Dios en Jesucristo que viene a perfeccionar a toda la creación (comunión). Esa está en el centro.
4.      De la cruz (de Cristo muerto y resucitado) se desprende o se nos dona el Espíritu Santo (la Paloma) con sus siete (infinidad) dones. Están dirigidos hacia la tierra (nosotros) y nuestra obra. Cristo nos dona su Espíritu y los dones para perfeccionar su obra en el mundo y hacerla más humana.
5.      Los ängeles, que están sobre toda esta realidad humana,  nos recuerdan que todo “trasciende”, que hay lago más después de este paso sobre la tierra .Nos indican “el cielo”.

Este cuadro fue realizado en Brescia - Italia por un pintor: Domenico Giustachini, hombre simple pero de una gran visión cristiana de la existencia human. Nos lo donó con generosidad y mucho amor.


martes, 12 de mayo de 2015

¿ANONIMATO O PERTENENCIA A UNA COMUNIDAD?

“Educar a la pertenencia a la Iglesia” (Card. Martini)

“Ustedes padres sienten la responsabilidad de proveer a la felicidad de sus hijos: están dispuestos a conceder  mucho, muchas veces demasiado, “con tal de que él esté contento”.
Esto se convierte en motivo de ansias, de sentidos de culpa, de desconsuelo cuando no llegan a obtener que los hijos asuman, compartan vuestras indicaciones, cuando resultan impracticables las propuestas que parecen tan obvias a los sacerdotes, a los maestros, a los expertos que escriben en los diarios.
A mí me parece que sea más sabio considerar que los padres no son  culpables de todos los errores y la infelicidad de los hijos, de todas las desavenencias de cierta juventud desgastadas por la indefinición o que viven en la trasgresión. Es excesivo que un papá y una mamá  se sientan culpables de todo: es más prudente y tranquilizador compartir la responsabilidad dentro de una comunidad.
Cuando llevaron a su hijo a la Iglesia para pedir el Bautismo han declarado la fe en el Padre que está en los cielos y la decisión que el hijo creciera en la comunidad cristiana.
Me parece que una consecuencia coherente de la decisión al pedir el bautismo para los propios hijos sea una obra educativa que se preocupa por insertar en una comunidad, por promover la participación, por inculcar en los chicos y en los jóvenes un sentido de pertenencia a la comunidad cristiana en la que se educa a la fe, a la oración, a la pregunta sobre el futuro. Una familia que se aísla, que defiende la propia tranquilidad sustrayéndose a los momentos comunitarios resulta ser al final más frágil y abre la puerta a aquel nomadismo de los jóvenes que van de aquí para allá saboreando muchas experiencias, también contradictorias, sin nutrirse de ningún alimento sólido.
Insertarse en una comunidad puede exigir algún tipo de esfuerzo y no ahorra algún tipo de humillación: pienso a las familias que cambiaron de casa y se sienten perdidas en los nuevos barrios, pienso a aquellas que sufren alguna incomprensión, pienso a aquellas a quienes les gusta ir a otros lugares para ver gente, para practicar deportes, para respirar un poco de aire puro. Bien: llega el tiempo en el cual hay que elegir las prioridades. El futuro de vuestros hijos tiene necesidad de decisiones que declaren qué cosa es más importante.
Considerar irrenunciable la participación a la misa dominical introduce a una mentalidad de fe que considera que sin El Señor no se puede hacer nada de bueno.
Por lo tanto la frecuencia a la misa dominical en vuestra parroquia, la participación a las fiestas de vuestra comunidad, el asumir alguna responsabilidad, la preocupación  para que los hijos participen de los grupos juveniles, de la catequesis, los compromisos y las iniciativas de los jóvenes de la parroquia son una manera para favorecer este sentido de pertenencia que da estabilidad y conduce a un progresivo hacerse cargo de la comunidad que puede madurar también en una vocación a su servicio”.

jueves, 7 de mayo de 2015

LA PASCUA TIENE QUE ECHAR RAÍCES


Queridas familias:

Estamos celebrando aún el Tiempo Pascual. Los 50 días de este tiempo es el regalo y la oportunidad que nos brinda el Buen Dios para que el don de la Fe Pascual eche raíces en nuestra interioridad. El cristiano vive de esa fe que no consiste en creer “lo que me parece o pretendo” sino que es simplemente aceptar el don que el Padre ha querido realizar por medio de Jesús en la Pascua: regalarnos su misericordia, su perdón y darnos la posibilidad de comenzar de nuevo como hombres y mujeres nuevos para construir una nueva humanidad. Esta empresa parece imposible pero, como  ya rezábamos el Sábado Santo, “Dios hace posible lo imposible”. En esto creyeron los primeros discípulos, a esto se abocaron los cristianos de la primera hora… y, a lo largo de la historia de la Iglesia, ¡cuántos creyeron y trabajaron para ello! Recordemos como un gran ejemplo a San Francisco….
¡Echar raíces! Es siempre una gracia de Dios y para ello es necesario centrar un poco más la atención sobre la fe, es necesario abrir el corazón, tener disponibilidad y, como nos estuvo enseñando el Papa Francisco durante la Cuaresma, es también abrirnos al conocimiento y al estudio de la Palabra de Dios y a la comprensión y vivencia del “Misterio de la Eucaristía” (Misa).
Pero Jesús es tan bueno y de tal modo se preocupa de que no nos sintamos solos para vivir estas cuestiones que hace el regalo de su Santo Espíritu. El Espíritu Santo es la presencia silenciosa pero activa de Jesús que nos sostiene en nuestras promesas bautismales, que nos abre la mente para comprender las Escrituras, que permite reconocer en el don del Pan y del Vino la presencia del resucitado que alimenta la vida de la fe. ¡Qué Gracia nos regala!
Por todo esto, este tiempo pascual tiene como broche de oro la efusión del Espíritu Santo en el día de Pentecostés.
No dejemos escapar esta oportunidad, vivamos del don Pascual para ser coherentes como cristianos y comprendamos que sólo “siendo un solo cuerpo como comunidad” podremos enfrentarnos con las dificultades que la vida nos pone por delante.

Con la bendición de Dios.

“Evangelii Gaudium” (la alegría del evangelio) (fragmentos)



Seguimos presentado la Exhortación del Papa Francisco:
Capítulo II: En la crisis del compromiso comunitario


- “Así como el mandamiento de ‘no matar’ pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir ‘no, a una economía de la exclusión y la inequidad’. Esa economía mata. (…) Hoy todo entra dentro del juego de la competitividad y de la ley del más fuerte, donde el poderoso se come al más débil. (…) En este contexto, algunos todavía defienden las teorías del ‘derrame’, que suponen que todo crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo. Esta opinión, que jamás ha sido confirmada por los hechos, expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados del sistema económico imperante. Mientras tanto, los excluidos siguen esperando” (n. 53 y 54).

- “El proceso de secularización tiende a reducir la fe y la Iglesia al ámbito de lo privado y de lo íntimo. Además, al negar toda trascendencia, ha producido una creciente deformación ética, un debilitamiento del sentido del pecado personal y social y un progresivo aumento del relativismo, que ocasionan una desorientación generalizada, especialmente en la etapa de la adolescencia y la juventud, tan vulnerable a los cambios. (…) El individualismo posmoderno y globalizado favorece un estilo de vida que debilita el desarrollo y la estabilidad de los vínculos entre las personas, y que desnaturaliza los vínculos familiares” (n. 64 y 67).

- “Nuestro dolor y nuestra vergüenza por los pecados de algunos miembros de la Iglesia, y por los propios, no deben hacer olvidar cuántos cristianos dan la vida por amor: ayudan a tanta gente a curarse o a morir en paz en precarios hospitales, o acompañan personas esclavizadas por diversas adicciones en los lugares más pobres de la tierra, o se desgastan en la educación de niños y jóvenes, o cuidan ancianos abandonados por todos, o tratan de comunicar valores en ambientes hostiles, o se entregan de muchas otras maneras que muestran ese inmenso amor a la humanidad que nos ha inspirado el Dios hecho hombre” (n. 76).

- “Cuando más necesitamos un dinamismo misionero que lleve sal y luz al mundo, muchos laicos sienten el temor de que alguien les invite a realizar alguna tarea apostólica, y tratan de escapar de cualquier compromiso que les pueda quitar su tiempo libre. Hoy se ha vuelto muy difícil, por ejemplo, conseguir catequistas capacitados para las parroquias y que perseveren en la tarea durante varios años. Pero algo semejante sucede con los sacerdotes, que cuidan con obsesión su tiempo personal” (n. 81).

- “La mundanidad espiritual, que se esconde detrás de apariencias de religiosidad e incluso de amor a la Iglesia, es buscar, en lugar de la gloria del Señor, la gloria humana y el bienestar personal” (n. 91).

- “Las reivindicaciones de los legítimos derechos de las mujeres, a partir de la firme convicción de que varón y mujer tienen la misma dignidad, plantean a la Iglesia profundas preguntas que la desafían y que no se pueden eludir superficialmente. El sacerdocio reservado a los varones, como signo de Cristo Esposo que se entrega en la Eucaristía, es una cuestión que no se pone en discusión, pero puede volverse particularmente conflictiva si se identifica demasiado la potestad sacramental con el poder. No hay que olvidar que cuando hablamos de la potestad sacerdotal ‘nos encontramos en el ámbito de la función, no de la dignidad ni de la santidad’. El sacerdocio ministerial es uno de los medios que Jesús utiliza al servicio de su pueblo, pero la gran dignidad viene del Bautismo, que es accesible a todos” (n. 194).


lunes, 4 de mayo de 2015

El sacramento del matrimonio

El Sacramento del Matrimonio, la unión del hombre y de la mujer que se convierten en signo de la presencia de Jesús resucitado en la sociedad, tiene como fin la formación de una familia: hacer realidad esa misión que Dios les encomendó en la creación: “sean fecundos y multiplíquense”. El Padre dio el puntapié inicial y luego a muchas mujeres y hombres les encomendó continuar su obra para poder derrochar su Amor sobre muchísimas criaturas.
Que el matrimonio tiene la misión de formar una familia, es cosa de Dios: Él es el origen de todo.
Por eso la característica de la vida matrimonial es la “fecundidad”, la capacidad-don de continuar la obra de Dios. Fecundidad que ayuda a los esposos a consolidar su unión y que tiene que estar abierta a la vida con responsabilidad.
El mayor capital de un matrimonio no es el dinero que pueda juntar, o las cosas materiales que pueda acumular, sino los hijos. La vida es un don y merece toda la atención, la preocupación. Ciertamente, es importante la transmisión de la vida realizada con madurez y responsabilidad, pero lo es también el “crecimiento” de esa vida, la educación, la formación y la proyección hacia el futuro. El Matrimonio contribuye así con toda la humanidad, con los pueblos. Y un matrimonio cristiano prepara a otros seres humanos para la Gloria de Dios.

Que la maternidad y la paternidad se pueda asumir como don y como compromiso en bien de la sociedad.