Una de las propuestas de esta Cuaresma
es la de “la participación” a una de las Liturgias (Eucaristía) durante la
semana. Esta propuesta no está dirigida a la Liturgia dominical, ya que se da
por descontada su importancia y necesidad para construir y ser “la Familia de
Dios”.
Lo que se busca con la celebración durante la semana es “volver” a dar el verdadero
sentido a este Sacramento como “presencia real de Cristo Resucitado”.
Recordamos que “el cristiano” es aquél que tiene puesta su mirada en Jesús como
punto de referencia para poder vivir como “hijo y hermano”. Sin esta mirada concreta
vivimos en general en la mediocridad y no en la seriedad de nuestra fe.
En la Eucaristía la importancia no
está en quién la celebra y lo que éste puede decir o hacer: LA IMPORTANCIA
RADICA EN JESÚS QUE HABLA Y SE OFRECE, SE DONA, ME ALIMENTA Y ASÍ NOS FORTALECE
EN NUESTRO CAMINAR.
Los hebreos, en el desierto, eran
alimentados con el “maná”; éste era el don de Dios que acompañaba en la
purificación a su Pueblo. Hoy nos acompaña en este proceso cuaresmal con “el
Maná del Cielo”, Cristo Pan de vida.
A cada uno cabe reflexionar frente a
este gran misterio, don de Dios; (misterio=proyecto de Dios, signo de su
presencia amorosa en beneficio nuestro).
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