Queridas
familias:
Comenzamos
un nuevo año litúrgico-pastoral, es decir, una nueva etapa en nuestro “camino”
como discípulos y misioneros (tal cual desea nuestro Papa Francisco). ¡Y qué
bien que lo comenzamos con el Adviento, con la Fiesta de la Inmaculada y con las
Fiestas Navideñas! sobre todo si consideramos que constituyen momentos de
“gracia de Dios” en lo ordinario de nuestra vida, esto es, oportunidades que se
nos ofrecen para no vivir en la rutina, sino eventos que marcan el sentido de
nuestra vida. Los que ya estamos en el camino podemos fortalecernos; los que
deseen comenzar o re-comenzar sepan que el Padre bueno y misericordioso los
está esperando con los brazos abiertos, así como nos lo ha enseñado el
evangelista Lucas en la etapa que finalizó. Todos están invitados a la Fiesta de la Comunión con Él.
Adviento: es el tiempo de preparación, de
fortalecimiento, de adhesión al Proyecto de Amor de Dios que nos regala a su
Hijo desde la misma condición humana. Nos preparamos a re-vivir la navidad, y
con ella al Dios hecho hombre que es el Salvador, quien nos comunicará la
verdad sobre nosotros mismos y sobre nuestro destino desde la Encarnación (hacerse
carne). La palabra “adviento” quiere decir “espera”, una espera que no haremos
de brazos cruzados, sino que deberá ser activa, comprometida, con gestos
concretos de adhesión. Serán cuatro semanas cortitas pero intensas y esto
dependerá mucho de cada uno.
Fiesta
de la Inmaculada : el adviento está marcado y sostenido por
María, particularmente presente en la
Fiesta de la Inmaculada Concepción y en la Natividad de Jesús.
María es el “modelo” no solo del cristiano sino también de la Iglesia -que está también
llamada a ser “inmaculada” y que lo será si reconoce en sus miembros la propia
“miseria” y la “misericordia” que es la que “obra grandes cosas”. Este tiempo
es, además, de “penitencia”, es decir, nos invita a un cambio, cambio que no
haremos nosotros, sino Dios misericordioso cuando reconozcamos y pidamos perdón
por nuestras miserias.
Navidad: es, en pocas palabras, una fiesta de la Iglesia antes que de la
familia. En la familia tendrá su plenitud si sabemos celebrar este nacimiento
en la comunidad de una manera cristiana sin correr el peligro de que la cultura
materialista y consumista que nos rodea opaque la auténtica Navidad haciéndole
perder su verdadero sentido.
A todos les deseo que este comienzo de una
nueva etapa nos de la serenidad y la alegría de sabernos amados por Dios.