lunes, 18 de febrero de 2013

“EL DESIERTO: LUGAR DE ENCUENTRO CON DIOS Y CON UNO MISMO”


Queridas familias:
            Estamos en el Año de la fe y después del tiempo fuerte de Adviento y Navidad nos adentramos en otro momento intenso: la Cuaresma. Ella nos recuerda que Dios Padre, para purificar y formar a su Pueblo, lo llevó al desierto durante cuarenta años y allí se le manifestó por la acción de Moisés. Nos recuerda también a Jesús que pasó cuarenta días en el desierto para adentrarse, por medio de la oración, en la vocación que el Padre le había dado y para fortalecerse en la Misión que lo llevaría a entregar su vida para la salvación de todos los hombres.
            Hoy también se nos ofrece a nosotros este tiempo con los mismos objetivos: purificarnos, ayudarnos a ser “la familia de Jesús” (su Pueblo) y fortalecernos en nuestra vocación y misión como discípulos de Jesús. La Cuaresma nos llevará a la Pascua, a dar nuevamente ese paso para vivir con mayor coherencia el don de la Fe, de la Esperanza y de la Caridad (ágape).
            Nuestra fe necesita ser purificada para no caer como los Hebreos en la adoración de falsos dioses, esto es, el becerro de oro (secularismo, hedonismo, materialismo, etc.). Necesita ser purificada para que las tentaciones que sufrió Jesús, y que son prototipo de las que nos llegan a nosotros, no nos confundan ni nos desvíen del camino elegido.

            Necesitamos ser ayudados y formados para constituir ese nuevo Pueblo de Dios que es la Iglesia. Ella se expresa concretamente e históricamente en la Comunidad cristiana, grupo de creyentes que buscan recrear relaciones fraternas con los criterios del evangelio. En otras palabras: consolidar la “comunión” (¡sin esta dimensión la comunión sacramental es un gesto vacío!).
            Por último, la Cuaresma es la oportunidad para fortalecernos con las prácticas propias (oración, ayuno y limosna) en el llamado (vocación) a ser discípulos de Jesús en serio, y a vivir como tendría que resultar de este Año de la fe, como misioneros “comunicando la fe cristiana a los que se relacionan con nosotros”.
            La Pascua es la meta, el gran sello que la Trinidad quiere poner en nuestro corazón y en el de la Comunidad para decirnos que El renueva todas las cosas.

Con su bendición.

            

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