Al recibir este boletín ya habrá pasado un mes de mi
llegada a Italia para compartir la realidad diocesana de Brescia y además para fortalecer
los lazos familiares. Es un momento de “gracia” y también, por qué no, de
renovación: tomar distancia y ver desde afuera la realidad del día a día hace
bien y es una ayuda.
El calor de este mes es típico en esta zona, sobre
todo en la llanura llamada “padana” -no por los quesos, sino por el río Po.
Pero ahí nomás está el comienzo de los Alpes, anticipado por una zona de
colinas, muy verde; esta zona es rica en vinos y sembrados de todo tipo y esta ya
es la época de la cosecha. Al calor se lo puede dejar atrás subiendo a algunos
de los montes que rodean ese pueblito.
El mes de agosto es tiempo de las vacaciones y los que
pueden (se nota la crisis si la comparamos con años anteriores) se van o al mar
o a las montañas o al exterior.
En este mes de setiembre estaré centrado sobre todo en
mis 40 años de presbítero; este acontecimiento es más interior que exterior;
volver a celebrar en el templo en el que fui ordenado será como volver a las
raíces. Compartir con mis compañeros de curso será otro momento fuerte. Como
uno no sabe si llegará a los 50, es mejor entusiasmarse ahora.
Por eso desde aquí un pedido a todos ustedes: que
el día 8 de setiembre hagan una pequeña oración por mí y mi ministerio. Eso
será importante para mi vida. Desde ya mi agradecimiento.
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