miércoles, 5 de julio de 2017

DIVISIONES EN LA COMUNIDAD 1 Corintios 1, 10

En la primera carta de Pablo a la Comunidad Cristiana de Corintios, el Apóstol pone en evidencia una de las principales dificultades de la misma: las divisiones causadas por una mirada simplemente humana. Esta realidad que presenta Pablo resulta paradigmática para la comunidad universal: más de dos mil años después el mismo problema persiste y es un mal destructivo en el cristianismo.
Por nuestra parte, reflexionemos sobre qué podemos responder a las siguientes preguntas: ¿por quién soy cristiano?, ¿a quién sigo como cristiano?, ¿quién es el punto de referencia dentro de la Comunidad?, ¿qué mirada tengo hacia los miembros de la Comunidad (desde el presbítero hasta el último de los hermanos en la fe)? Pues a partir de un cuestionamiento personal podemos descubrir que, como dice el apóstol Pablo, tenemos una fe muy humana y poco divina. Advirtiendo todo esto, el apóstol nos interpela desde nuestra fe citando al Profeta Habacuc: “¡el justo vivirá por la fe!” (Romanos 1, 17 y Habacuc 2, 4), y nos exhorta sabiamente con estas palabras: “Hermanos, en el nombre de Nuestro Señor Jesucristo, yo los exhorto a que se pongan de acuerdo: que no haya divisiones entre ustedes y vivan en perfecta armonía, teniendo la misma manera de pensar y de sentir”. Finalmente, para ejemplificar esta grave situación dentro de la comunidad, el santo indica con nombres propios quiénes resultan objeto de las discordias y divisiones: “Me refiero a que cada uno afirma: yo soy de Pablo, yo de Apolo, yo de Cefas, yo de Cristo”. (Recordemos que estamos hablando de la Palabra de Dios).

¿No sucede esto hoy? Actuamos y decidimos a partir de simpatías y antipatías, de capacidades, de juventud, de carismas y nos cuesta ver en el hermano, cualquiera sea, el rostro de Jesús.
Cuando prestamos un servicio: ¿a quién se lo prestamos?; cuando nos comprometemos: ¿con quién lo hacemos?; cuando somos indiferentes: ¿hacia quién lo somos?
Como muchas veces nos lo ha dicho Papa Francisco: “¡La Comunidad no es una ONG, es el Cuerpo de Cristo!”(cfr.: 1Cor. 12,27)
Y es desde esta verdad que tenemos que mirar.


martes, 4 de julio de 2017

Queridas familias:


Entramos en el segundo semestre de este año: ¿tenemos alguna expectativa?... Creo que pocas y que, además, andamos errantes en busca de una salida a la vida.
Estos tiempos difíciles ya estaban anunciados. Todos los cambios producen desconcierto y a la confusión se agrega el hecho de que son vertiginosos. En cuanto “cambios” resulta igual que con la corteza de los arboles, a la que el tiempo va modificando. Lo importante es reconocer que la corteza no es el árbol, sino la parte cambiante de él. El árbol es lo que es y lo que lo hace ser árbol. Así sucede con el hombre y la mujer: existe en lo humano lo accidental (instancias cambiantes) y lo esencial (lo que nos hace hombres y mujeres propiamente dichos). A su vez, lo mismo se da para los que nos decimos cristianos: hay en nosotros una realidad que no cambia, porque, si así fuera, dejaríamos de ser lo que somos o que lo que un día decidimos ser. Lamentablemente, no advertimos la diferencia y entramos en lo que Benedicto XVI, anticipándose, llamaba “el relativismo religioso” o “ateísmo práctico”. Pues, como decía al principio, esto ya estaba anunciado. De hecho, lo que en general se percibe dentro de la sociedad cristiana es que relativizamos todo, de esta manera, no solo cambiamos la corteza sino también lo que somos en esencia, pues hemos perdido el rumbo y el punto de referencia que son los valores del Evangelio, las enseñanzas de la Iglesia y el “camino” cristiano que implica también el caminar como “comunidad”. ¡Así de simple es! Podemos echarles la culpa a “los otros” pero esto no quita la responsabilidad personal de cada uno. Y la responsabilidad eclesial y social que más que unir, disgrega. Ciertamente, a nivel religioso tenemos que rendir cuentas sólo con Dios Padre, pero… ¡cuidemos no ningunear a ese Padre y a las enseñanzas y  al sacrificio de su Hijo!
A lo largo de los siglos de su conformación, la Comunidad cristiana en general supo transformar muchas veces la sociedad civil o, por lo menos, tener líderes que indicaron un camino, como por ejemplo San Francisco, el Papa Francisco hoy y muchos otros más. No obstante, el peligro de “relativizar todo” está siempre latente, como así también la pérdida de coherencia respecto de determinados criterios y valores. Por tanto y en definitiva: tratemos de cambiar la corteza, pero no dejemos de “ser cristianos” en nuestra esencia (como quiere Jesús).
Que Dios bendiga esta nueva etapa que comenzamos.