Al hablar de Comunidad de fe, estamos
incluyendo dos rasgos esenciales: primero que se trata de una
“comunidad de fieles”, es decir una comunidad cristiana para lo cual es
indispensable la fe en Jesucristo. No hay comunidad si no hay adhesión a
Jesucristo. Recordemos que la fe es un don gratuito de Dios que nos llega por
medio de la predicación, el anuncio de alguien: “la fe nace de la
predicación y la predicación se realiza en virtud de la Palabra
de Cristo” (Romanos 10,17)
Segundo, que la Comunidad
tiene como tarea evangelizadora el transmitir y educar la fe de sus
miembros, porque ella es el “ámbito ordinario donde se nace y se crece en la
fe”: “Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia
(el Evangelio) a toda la creación” Mc. 16,15 y directorio general de
catequesis, 257.
Podemos entonces decir que “la Comunidad
la integran los bautizados, que confiesan el mismo Credo y comparten la misma Mesa de la Palabra y del Pan” (Dei Verbum 21).
La fe es entonces el factor constituyente de la Comunidad Parroquial . Conviene dejar muy en claro que ningún otro factor social,
psicológico, doctrinal, etc. define la naturaleza de la parroquia. Ésta está
integrada por los que tienen fe y, a su vez tiene la misión de transmitir la
fe. ¡Tarea importante de evangelización!
Si la fe es clave para vivir el sentido de comunidad y participar en ella, revitalizarla, profundizarla, hacerla operativa en el compromiso es fundamental que ella sea una comunidad cristiana. Sin esa fe la comunidad queda devaluada como comunidad eclesial, prevaleciendo más lo sociológico que lo espiritual.
Es por ello necesario “que todos volvamos a descubrir por la fe, el verdadero
rostro de la comunidad cristiana, o sea el “misterio” mismo de la Iglesia
presente y operante en ella” (Christifides Laici 26). La fe es la llave
que nos introduce en el misterio trinitario de Dios y de su obra salvadora,
presente en la Iglesia.
La revitalización de la Comunidad parroquial, conlleva que quienes la integran redescubran la fe, sean conscientes que es la fe de la Iglesia (y no la propia) y vivan en coherencia con ella.
De hecho, lamentablemente, la fe de muchos de los fieles está desvirtuada, poco
integrada en comunidad y muy lejos de influir en la vida. Así se expresaba Juan
Pablo II: “grupos enteros de bautizados han perdido el sentido vivo de la fe
o incluso no se reconocen ya como miembros de la Iglesia ,
llevando una existencia alejada de Cristo y de su Evangelio” (Novo Millenio
Ineunte 40). Frente a esta realidad la respuesta pastoral en la comunidad no es
otra que poner el acento evangelizador en la educación de la fe de
los fieles.
Así también se expresaba Juan Pablo II: “Las identidad cristiana exige el
esfuerzo constante por formarse cada vez mejor, pues la ignorancia es el peor
enemigo de nuestra fe. ¿Quién puede decir que ama de verdad a Cristo, si no
pone empeño por conocerlo mejor?”
Es importante, que ante dicha situación, personalizar la fe en Alguien, que es
Jesucristo, y de alguien, que es el “cristiano”. Tomar conciencia del seguimiento
a Jesucristo. La Comunidad cristiana es la comunidad de discípulos.
“No se comienza, dice el Papa, a ser cristiano por una
decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento,
con una Persona, que da nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación
decisiva” (Deus Caritas Est,1)
En segundo lugar, la Comunidad es –por naturaleza y misión- transmisora de la fe, y por lo tanto su naturaleza es evangelizar en orden a despertar la fe y facilitar el
crecimiento en ella. La comunidad ha de asumir tanto el primer anuncio –dada
la falta de evangelización de sus fieles-, como la actividad catequética. Recordemos lo que el Papa Francisco decía a los del movimiento neocatecumenal en la Plaza S. Pedro: “hay que evangelizar a los bautizados no cristianos…”
El ministerio de la Palabra es una tarea urgente. Nos enseña S.
Pablo: “El hecho de predicar no es para mí un motivo de orgullo. No tengo
más remedio y, ¡ay de mi si no anuncio el Evangelio!” (1 Cor. 9,16).
También nos dice el Papa: “Alimentados de la Palabra
para ser servidores de la Palabra en
el compromiso de la evangelización, es indudablemente una prioridad para la Iglesia
al comienzo del nuevo milenio” (Novo Millenio Ineunte 40). “Allí donde
no se forma a los fieles en un conocimiento de la Biblia
según la fe de la Iglesia ,
en el marco de su Tradición viva, se deja de hecho un vacío pastoral, en el
que realidades como las sectas pueden encontrar terreno donde echar
raíces…”. (Directorio General de Catequesis 257). Y de hecho vemos que
es así.